El fraude parece tan sencillo, requiere tan poca sofisticación, que resulta escalofriante: el cliente se dispone a abonar una compra con su tarjeta de débito, sin saber que quien la toma captará los datos para clonarla.
Luego, con esa tarjeta clonada, el delincuente realiza una operación simulada de compra a través de un posnet propio de una de las más extendidas billeteras virtuales, pagos que, después, los usuarios reales de las cuentas asociadas a las tarjetas de débito desconocían, lo que, al final del reclamo, obligaba a la empresa a hacerse cargo de la devolución de los montos objetados.
Mientras, el dinero a disposición de los estafadores era movido de cuenta en cuenta hasta que alguien, al final del camino, lo convertía en efectivo..